Los comensales se divertían como grandes aristócratas, vestidos de trajes negros, casi uniformados por completo y ese detalle que los hace ver unos idiotas. Se encontraban distribuidos en forma perfecta y elegante, hablando cultamente de temas relevantes para el país. Economía y sociedad, que se sumaba a las aureolas de los cigarrillos embutidos en las boquillas de señoras y señoritas que maquillaban sus rostros cada cinco minutos
Brillantes, perlas y diamantes formaban un cuadro digno de la época en la que se estaba viviendo.
Los mozos comenzaron a servir las pequeñas cantidades de alimentos exóticos, cálidos, mediterráneos, traídos de todas partes del Mundo, con destino al estómago dorado de aquellos comensales. Sirvieron distintos tipos de mariscos y pescados, con aroma a mar y dinero gringo. Carnes rojas que jamás había visto (quizás entre mamíferos y reptiles que los vegetarianos luchan por defender).
Preferí salir al fresco atardecer, en eso pude observar a un hombre viejo, sucio, desgastado, de ojos vencidos; resfregándose en los olores de los desperdicios. Comiendo como fiera las sobras putrefactas que tragaba con tanto placer, que sonreía de felicidad. Entre bolsas negras, rotas, escurriendo entre jugos y líquidos verdosos que aceleraban su necesidad de comer, sin respirar, sin levantar siquiera un ojo. Pegado a la vereda, sin temor o rencor, sin pensamiento alguno. Sin ningún tipo de Dios, sin beneficencia. Sí, era una mezcla de sufrimiento y hambre, de humildad, de existencia.
Brillantes, perlas y diamantes formaban un cuadro digno de la época en la que se estaba viviendo.
Los mozos comenzaron a servir las pequeñas cantidades de alimentos exóticos, cálidos, mediterráneos, traídos de todas partes del Mundo, con destino al estómago dorado de aquellos comensales. Sirvieron distintos tipos de mariscos y pescados, con aroma a mar y dinero gringo. Carnes rojas que jamás había visto (quizás entre mamíferos y reptiles que los vegetarianos luchan por defender).
Preferí salir al fresco atardecer, en eso pude observar a un hombre viejo, sucio, desgastado, de ojos vencidos; resfregándose en los olores de los desperdicios. Comiendo como fiera las sobras putrefactas que tragaba con tanto placer, que sonreía de felicidad. Entre bolsas negras, rotas, escurriendo entre jugos y líquidos verdosos que aceleraban su necesidad de comer, sin respirar, sin levantar siquiera un ojo. Pegado a la vereda, sin temor o rencor, sin pensamiento alguno. Sin ningún tipo de Dios, sin beneficencia. Sí, era una mezcla de sufrimiento y hambre, de humildad, de existencia.
2 comentarios:
Es como bienvenida realidad...lo más real esta en lo que se puede tocar (jaja en todo sentido) lo demás es condimento, los grandes temas son condimentos que si los comes mucho te dan acidez.
tkm
:)
buena!!!! me gusta. a veces te pasa que miras algo o alguien o alguna situación y se te forma una pregunta intantanea inahata de por qué es la existencia,aaa,, uf a mi me pasa algo extraño, esas veces siento solo eso, que existo... besos
Nicolle Lesly.
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