martes, 26 de febrero de 2008

En Momentos (explosión del espacio)


He logrado superar al tiempo. Lo he conseguido al fin. He puesto mis sensaciones al costado de un árbol inquietante, eterno, sombrío. Único.
He impuesto mi razón de existir. He superado todo signo de maldad, de bien o deseo humano.
He escapado por miles de años a las torturas de las almas sentenciadas en el espacio. He logrado moverme entre los precipicios.
He huído como cobarde.
Por Dios, ¿que haré al respecto?. Nada. Nada interesante. Te he sobrepasado y es un hecho, es un nuevo mandamiento de claridad.
Sí, por que los sufijos han quedado desiertos, por que mi razón de existir se ha evaporado. Consumido. Ensimismado.
Es como una simple reflexión del origen puro de las bestias opacadas. Es una simple pregunta.
Es el resultado exacto en la física contemporánea.
Es solo, mi propia filosofía.
Sí, así es, mi propia filosofía.
Un fogoso tormento de noches oscuras, luchando por sobrevivir.
Es mi tiempo oculto, mis ríos de sangre, mis caminos olvidados entre los tempanos desvanecidos del amor y el odio.
Es mi crítica.
Mi propia forma de saciar el hambre.
He logrado superar al tiempo. Ponerme sobre cualquier tipo de religión.
De simplicidad, de interacción carnal... De pesadillas.
Es una locura parcial, pasajera.
Es el tic-tac que no me deja respirar.
Es este maldito manicomio que no quiere soltarme. Me abraza, mutila mis partes... Oxida mi corazón.
Es esta mierda putrefacta que se aferra a mi. Que insiste en la historia. En la historia de los muertos.
Es verdad, ya no quedan opciones, ni soles guardados o por último, un momento de tranquilidad.
La explosión del espacio.
La muerte de lo divino.
La explosión del espacio.
¡Es esa explosión!... Es mi brazo sentimental; sencillamente mi parte emocional...
He logrado superar al tiempo,
y sé que no cumpliré más años,
y sé que no podré huir de nuevo.
No podré huir nuevamente.


sábado, 23 de febrero de 2008

En Momentos (discontinuidad del espacio)


Un estallido. Un segundo de hiperactividad. Un simple sonido que invita a pasear.
Una razón tras otras. Un infinito incurable, protagónico.
Un momento de relajación.
El fin anunciado. Presenciado. Poseído.
Mi juego de maldad. Mi deseo profundo, perdido... Intacto.
No es más que una simple palabra desdichada. Olvidada.
Es mi rencor profundo, placentero.
Un diablo interior.
De credos revueltos entre acertijos inimaginables, entre el pecado carnal y el origen de lo divino.
Mi risa irónica.
Mis desprecios.
Mi angustia.
Es la distancia que retuerce mis manos, mis uñas. Mi inteligible lenguaje corporal.
Y no es sólo el vacío.
Ni tampoco un destello fulminante.
Es la falta de explicación.
Es la desaparición de todo lo conocido por el alma.
Sencillamente pensamientos vagando entre muertos, cádaveres impávidos... Totalmente devorados.
Por lo visto ya no es Zeus, como tampoco lo será Mefistófeles.
No son las sogas del mañana aumentando la tortura eterna. No es mi pecado original, tampoco el último.
Es un trozo de vacuedad que derriba mitos, que derriba lo poco que va quedando.
Es un frío. Una gota de agua. Una lágrima. Un espacio, universo... Explosión.
Desesperación.
Niños tocando mis llagas profundas. Mis heridas, mis miedos... Mi vejez adelantada, recorrida.
Es mi poca fe. Es la última ocasión de huir.
Mi deliro de pobreza.
Mi cuello degollado.
¿No te lograré comprender?.
Una estrella.
Un precipicio.
Un vuelco mortal.
Una voz celestial.
Es la falta de organicidad. Una resperición más allá del inconciente.
Una emoción.
Claro, un sombrío atardecer.
Un corte superficial.
Mis palabras no valen nada... ¿Y qué importa?.
Te escupo, me rio, y grito y salto de nuevo... Y me arrastro y no puedo con los codos ensangrentados... No puedo con aquello que me hace impuro, que me revienta el cráneo.
Y rio otra vez, y te vuelvo a escupir.
Y me golpeas. Me succionas las tripas.
Me encadenas... Oh no!, por favor no más. te suplico. Lucho ante mi, ante ti.
¡Púdrete!.
Maldición. M-A-L-D-I-C-I-Ó-N.
Malévolo.
Escapo.
LLoro. Y me refugio. Y me escondo. Me oculto.
Es la discontinuidad del espacio.
Es solo un segundo de vida.
Un largo y tortuoso aliento de vida.

miércoles, 20 de febrero de 2008

En Momentos (continuidad del espacio)


Es un ritual que no para de sangrar.
Es la fluidez de mi boca sobre tu cuerpo inerte. Es la manzana de Adán incrustada en mi cicatriz.
No escucho voces, ni respiros de niños enclaustrados.
No deseo tenerte hasta la eternidad.
Y mis ojos se cubren en rocío. En una típica y despanante fusión de simetría y lucubridad.
De rosas azules y tornasoles. De soles mal heridos y humedad reinante.
Es la oscuridad de mi frescura.
Es la simple continuidad del espacio superflúo en mis intestinos.
De enormes espaldas y dedos fragmentados. De sonrisas sínicas y entusiasmo congelado.
Un minuto de esperanza.
De rencor.
De odio.
De temor.
De ira.
De gula.
Del deseo más próximo a la tristeza. A la infelicidad.
De tormentos vácuos.
De aguas turbias. De momentos esperados.
De oscuras lagartijas y gusanos aplastados.
De bestias y recodos de arañas empantanadas.
Ese es mi futuro.
Esto no es poesía.
Es solo la continuidad de la luz. De Dios. De Hombres hambrientos.
Perfumados.
Con incontables placeres carnales. Debilidad pura. Impura. Perfecta. Tosca. Ruda. Débil.
Es la vuelta al tiempo.
Es la oscuridad perdida.
Mi tiempo de relajo.
Mi tiempo de muerte esperada.
De llantos fantasmales.
Son mis momentos de oscuridad grotesca.
Es simplemente un pensamiento guardado.
Hasta luego.
Hasta siempre.
Adios.
Arranco del frío. Me detengo. Inflingo las heridad correspondientes.
Mi signo de pureza se ha obstruído, ha caído con delicadeza.
Es solo mi propia continuidad en las hojas otoñales de los secos robles invernales.

jueves, 7 de febrero de 2008

En momentos


Cada cual a su corredor de pensamientos absolutos. Cada cual con sus miedos entre la oscuridad y la luz.
No más esquizofrenias y blasfemias de cuerpos tumultuosos. No más humanidad. Ni letras sangradas en los caminos magentas de ultratumbas. No más comprensión.
Y ni siquiera he podido alcanzar las promesas deseadas, de paraísos terrenales, de infinitos atardeceres perdiendo el sentido. La palabra desquiciada.
Un, dos, tres, cuatro...
Un, dos, tres, cuatro...
Tack!...Chasquillos...Gritos en mi interior...Mi dulzura...
Bla, bla, bla, bla...Retornas a mis sueños.
Tack!....¡Hasta cuándo!, ¡Hasta cuándo, por la mierda!...
¿Hasta dónde?.
¿Por qué?.
Cada cual para su fin descrito en los cielos eternos de dioses fogosos,
cada cual para su retorno de sinceridad.
Cada cual para su infinito despertar.
Un, dos, tres, cuatro...
Y desvanezco entre piernas mutiladas y dolores de niño enfriado.
De entumecimientos y lúgubres arcoiris de lluvia ácida.
De soles ocultos. De pasadisos escondidos.
Sin razón de existir, sin sentido del habla.
De mi melancolía no adscrita, no descrita.
Tack!...Rompe la bulimia que aconseja a mi espacio...Un propio vacio de tristeza.
De las palabras usadas...
Dolores de cabeza.
Corazón inchado.
Reventado. Arrugado. Usado. Viejo. Rendido.
Un, dos, tres, cuatro...Tack!. Mis manos se empeñan en poder moverse como antes, evitando cada rastro de escurrimiento abrupto.
De agujas alquiladas. De huesos podridos. De almas sentenciadas.
¿Cada cual para su infierno?. ¿Cada cual para su Fausto?
¿Cada cual para su Sísifo?
Oh. Oh. Oh... No, para qué.
Qué importa aquellos que solo tiran y escupen al cielo. Que importa la gente pequeña.
Mi locura. Mi tormento.
Mi oración de despedida.
Mi oración de despedida.
Sí, y que más da. De luces y tinieblas. De ángeles y demonios. De enfermos y sanos. De estúpidos e inteligentes. De huevones pobres, ediondos, vomitivos...
¡Gracias!. Delirio de grandeza. Delirio de grandeza.
Puf!...
Que se desvanece.
Que se da por vencido.
Que se rinde.
Que muere.
Que lo carcomen.
Que desaparece.
Esa es mi fe. Esa es mi puta fe.